LA COMUNIÓN Y EL MARTIRIO

LA COMUNIÓN Y EL MARTIRIO

  • Autor: Aspirante Emiliano Palacios

La congregación de los Misioneros claretianos a tenido a lo largo de sus 176 años de fundación, una variedad de misioneros mártires que han entregado su vida por procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios.

Y es que ser martir no es para menos, es una persona que es testigo de nuestro señor Jesuscristo.

Y ser testigo de Jesucristo es conocerlo plenamnte que existe una confianza plena en el, y mas que nunca en su promesa. El que quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda la vida por mi causa la conservará (Mt 16,25).

Hoy recordamos a una persona que amo tanto a Jesús y el regalo que éste le dio en su vocación de —ante todo— ser misionero.

ANDRÉS SOLÁ Y MOLIST

Nació el 7 de octubre de 1895 en Taradell, cerca de Vic, España. Ingresó al Noviciado de Cervera y profesó sus votos en 1914. Fue ordenado sacerdote el 23 de septiembre de 1922 en Segovia.

Llegó a México el 20 de agosto de 1923, sirviendo como profesor en Toluca y dedicándose a la predicación popular. Posteriormente fue enviado a León, Guanajuato.

Ante las leyes anticatólicas de Calles, se refugió en casa de las hermanas Alba en León para evitar la expulsión.

sola comunionA pesar de una orden de detención en su contra, decidió no esconderse. Fue detenido el 24 de abril de 1927, junto con Leonardo Pérez. Su condición de sacerdote fue confirmada por una fotografía donde efectivamente se le puede ver dando su primera comunión a una niña.[1]

Andrés Solá no rompio las reglas por rebeldía, el tenía plenamente confianza en la eucaristía, y era plenamente conciente de que Jesús no puede ser prohibido.

El gesto de seguir celebrando misa, darle la primera comunión a esta niña y demás cosas que hizo, siendo muy conciente de que si era descubierto podría afrontar consecuencias mortales, tal cual como las que afrontó, desmuestra cuánto cariño tenía de ser misionero, su compromiso de llevar la alegría del evangelio a todo el mundo, de abarasar con el fuego del Espirítu Santo por donde pasaba, y de cuánto amor tuvo a la Santísima Eucaristía.

Fue tanto su amor a la Santísima Eucaristía que murió por ella, y aun estando agonizando siguió repitiendo el nombre de Nuestro Señor Jesucristo.

Es una representación de lo que significa “Señor, toma mi vida, moldéala y hazla tuya para servirte”

Andrés Solá a través de su muerte logró unirse tan íntimamente con Jesús, con su vida y con su pasión en el camino a la cruz por la cual nuestros pecados fueron expiados.

Andrés Solá se convirtió en lo que todos los que creemos en Cristo y en su palabra nos gustaría llegar a ser, una oblación viva y perpetua para Nuestro Señor hasta el final de los tiempos.

Considero que al final San Antonio María Claret tenía razón al escribir su definición de quién es un Misionero Hijo del Inmaculado Corazón de María; el padre Andrés Solá es uno de los muchos testimonios de esto:

Un Hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa. Que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todos los hombres en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias; se alegra en los tormentos y dolores que sufre y se gloría en la cruz de Jesucristo.

No piensa sino cómo seguirá e imitará a Cristo en orar, en trabajar, en sufrir, en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de los hombres. 

[1]CFR. https://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_20051120_sola-molist_sp.html

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