104ª ASAMBLEA GENERAL DE USG | DISCURSO DEL SANTO PADRE
- Fecha: 26-11-2025
- Autor: ClaretianosMX
DISCURSO DEL SANTO PADRE LEÓN XIV
A LOS PARTICIPANTES EN LA 104ª ASAMBLEA GENERAL
DE LA UNIÓN DE SUPERIORES GENERALES (USG)
Queridos hermanos:
Me alegra encontrarme con ustedes con ocasión de su 104ª Asamblea General. Como saben, yo también he ejercido el ministerio que a ustedes se les confía y conozco bien la importancia de reunirse para escuchar y discernir, a la luz del Espíritu Santo, lo que el Señor pide a ustedes y a sus Órdenes y Congregaciones para el bien de la Iglesia.
Para esta asamblea han elegido el tema: “Fe conectada: vivir la oración en la era digital”. Este tema toca tres áreas hoy muy importantes para la vida consagrada: la relación con Dios, el encuentro con los hermanos y la interacción con el mundo digital.
Comencemos por la primera: la relación con Dios. En la Bula de Convocatoria del actual Jubileo, el Papa Francisco, invitándonos a ser “peregrinos de esperanza”, escribía:
«La historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros no avanza hacia un callejón sin salida ni hacia un abismo oscuro, sino que está orientada al encuentro con el Señor de la gloria […]. Con este espíritu hacemos nuestra la conmovedora invocación de los primeros cristianos, con la que concluye toda la Escritura: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22,20)” (Spes non confundit, 19).
Nuestra esperanza se funda en la conciencia de caminar hacia el encuentro y la plena comunión con Dios, que primero nos ofreció su amistad (cf. San Juan Pablo II, Exhort. ap. Vita consecrata, 27). Por eso, la oración es fundamental en la vida de todo consagrado: es el espacio relacional en el que el corazón se abre al Señor, aprendiendo a pedir y a recibir con confianza y gratitud su amor que sana, transforma y enciende para la misión (cf. Concilio Vaticano II, Decr. Perfectae caritatis, 6). Así damos testimonio de lo que realmente somos: criaturas necesitadas de todo, abandonadas en las manos providentes y buenas del Creador.
Es importante para nuestra vida y para nuestro apostolado cultivar esta fe para que no se debilite, quizá debido a evasiones o mecanismos de defensa, o asfixiada por la ansiedad, o por la presunción de sentirnos “gestores de muchos servicios” (cf. Lc 10,40). Entonces, deslumbrados por los reflectores del eficientismo, adormecidos por los vapores del compromiso o paralizados por el miedo, corremos el riesgo de detenernos o de transformar nuestro camino de peregrinos en una carrera desordenada y agotadora, olvidando nuestra fuente y nuestra meta. El Jubileo nos ofrece una oportunidad preciosa para volver a lo esencial, abrazándonos al corazón ardiente de Dios, para que su luz y su calor guíen e impulsen nuestro camino personal y nuestros procesos comunitarios.
Esto nos lleva al segundo valor: el encuentro con los hermanos. A este respecto, el Papa Francisco nos ha invitado a «encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de pequeñas individualidades» (Fratelli tutti, 78), y a «descubrir y transmitir la mística de vivir juntos» (Evangelii gaudium, 87). En esta dinámica, los Institutos, Órdenes y Congregaciones que ustedes representan son, por así decirlo, cuerpos carismáticos, en los que todos están profundamente conectados por la misma humanidad, por la misma fe, por la pertenencia a Cristo y por la llamada que une en fraternidad. Así, en la Iglesia —«sujeto comunitario e histórico de la sinodalidad y de la misión» (Documento Final de la Segunda Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, 17)— los vínculos se transfiguran en lazos sagrados, en canales de gracia, en venas y arterias vivas que irrigan un solo cuerpo con la misma sangre.
Esto nos lleva al tercer aspecto: la relación con el mundo digital. La tecnología informática representa, en efecto, un desafío también para los consagrados. Por un lado, ofrece inmensas posibilidades de bien, tanto para la vida comunitaria como para el apostolado. Sería miope ignorar las extraordinarias oportunidades que brinda para la comunión y la misión, permitiéndonos llegar a personas lejanas, compartir la fe con nuevos lenguajes, e ir al encuentro de quienes, por los medios habituales, encuentran dificultades para acercarse a nuestras comunidades.
Al mismo tiempo, estas herramientas pueden influir fuertemente —y no siempre para bien— en nuestra manera de construir y mantener relaciones. Es fácil, por ejemplo, dejarse tentar por sustituir las relaciones reales entre personas por conexiones meramente virtuales, donde son indispensables la presencia, la escucha prolongada y paciente, y el compartir profundo de ideas y sentimientos (cf. Francisco, Exhort. ap. Christus vivit, 88).
Como Superiores, ustedes tienen la responsabilidad de custodiar la fraternidad y la comunión también en este ámbito, vigilando que los medios técnicos no comprometan la autenticidad de las relaciones ni reduzcan los espacios necesarios para cultivarlas. En particular, deseo subrayar que instrumentos tradicionales de comunión como los Capítulos, los Consejos, las Visitas canónicas y los momentos formativos no pueden relegarse al ámbito de las conexiones a distancia. El esfuerzo de encontrarse para dialogar y confrontarse es parte integrante de nuestra identidad evangélica. En este paisaje de luces y sombras, se nos presenta un desafío: integrar con equilibrio lo nuevo y lo antiguo (cf. Mt 13,52), custodiando y cultivando la relación con Dios y con los hermanos, sin descuidar ni enterrar —por pereza o por miedo— los nuevos talentos que el Señor pone en nuestras manos (cf. Mt 25,14-30).
Queridísimos hermanos, les agradezco la misión difícil y delicada que desempeñan. Los bendigo de corazón y rezo por cada uno de ustedes y por sus comunidades. ¡Muchas gracias!
-Pope Leo XIV
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